20-VIII. La visión de la impecabilidad

UN CURSO DE MILAGROS
CAPÍTULO 20
LA VISIÓN DE LA SANTIDAD




1. Al principio, la visión te llegará en forma de atisbos, pero eso bastará para mostrarte lo que se te concede a ti que ves a tu hermano libre de pecado. La verdad se restituye en ti al tú desearla, tal como la perdiste al desear otra cosa. Abre las puertas del santo lugar que cerraste al haber valorado esa "otra cosa", y lo que nunca estuvo perdido regresará calladamente. Ha sido salvaguardado para ti. La visión no sería necesaria si no se hubiese concebido la idea de juzgar. Desea ahora que ésta sea eliminada completamente y así se hará.

2. ¿Deseas conocer tu Identidad? ¿No intercambiarías gustosamente tus dudas por la certeza? ¿No estarías dispuesto a estar libre de toda aflicción y aprender de nuevo lo que es la dicha? Tu relación santa te ofrece todo esto. Tal como se te dio, así también se te darán sus efectos. Y del mismo modo en que no fuiste tú quien concibió su santo propósito, tampoco fuiste tú quien concibió los medios para lograr su feliz desenlace. Regocíjate de poder disponer de lo que es tuyo sólo con pedirlo, y no pienses que tienes que ser tú quien debe concebir los medios o el fin. Todo ello se te da a ti que quieres ver a tu hermano libre de pecado. Todo ello se te da, y sólo espera a que desees recibirlo. La visión se le otorga libremente a todo aquel que pide ver.

3. La impecabilidad de tu hermano se te muestra en una luz brillante, para que la veas con la visión del Espíritu Santo y para que te regocijes con ella junto con Él. Pues la paz vendrá a todos aquellos que la pidan de todo corazón y sean sinceros en cuanto al propósito que comparten con el Espíritu Santo, y de un mismo sentir con Él con respecto a lo que es la salvación. Estáte dispuesto, pues, a ver a tu hermano libre de pecado, para que Cristo pueda aparecer ante tu vista y colmarte de felicidad. Y no le otorgues ningún valor al cuerpo de tu hermano, el cual no hace sino condenarlo a fantasías de lo que él es. Él desea ver su impecabilidad, tal como tú deseas ver la tuya. Bendice al Hijo de Dios en tu relación, y no veas en él lo que tú has hecho de él.

4. El Espíritu Santo garantiza que lo que Dios dispuso para ti y te concedió, será tuyo. Éste es tu propósito ahora, y la visión que hace que sea posible sólo espera a que la recibas. Ya dispones de la visión que te permite no ver el cuerpo. Y al contemplar a tu hermano verás en él un altar a tu Padre tan santo como el Cielo, refulgiendo con radiante pureza y con el destello de las deslumbrantes azucenas que allí depositaste. ¿Qué otra cosa podría tener más valor para ti? ¿Por qué piensas que el cuerpo es un mejor hogar, un albergue más seguro para el Hijo de Dios? ¿Por qué preferirías ver el cuerpo en vez de la verdad? ¿Cómo es posible que esa máquina de destrucción sea lo que prefieres y lo que eliges para reemplazar el santo hogar que te ofrece el Espíritu Santo, y donde Él morará contigo?

5. El cuerpo es el signo de la debilidad, de la vulnerabilidad y de la pérdida de poder. ¿Qué ayuda te puede prestar un salvador así? ¿Le pedirías ayuda a un desvalido en momentos de angustia y de necesidad? ¿Es lo infinitamente pequeño la mejor alternativa a la que recurrir en busca de fortaleza? Tus juicios parecerán debilitar a tu salvador. Mas eres tú quien tiene necesidad de su fortaleza. No hay problema, acontecimiento, situación o perplejidad que la visión no pueda resolver. Todo queda redimido cuando se ve a través de la visión. Pues no es tu visión, y trae consigo las amadas leyes de Aquel Cuya visión es.

6. Todo lo que se contempla a través de la visión cae suavemente en su sitio, de acuerdo con las leyes que Su serena y certera mirada le brinda. La finalidad de todo lo que Él contempla es siempre indudable. Pues servirá a Su propósito, que se verá sin ajuste alguno y perfectamente adaptado al mismo. Bajo Su bondadosa mirada, lo destructivo se vuelve benigno y el pecado se convierte en una bendición. ¿Qué poder tienen los ojos del cuerpo para corregir lo que perciben? Los ojos del cuerpo se ajustan al pecado, pues son incapaces de pasarlo por alto en ninguna de sus formas, al verlo por todas partes y en todas las cosas. Mira a través de sus ojos, y todo quedará condenado ante ti. Y jamás podrás ver todo lo que te podría salvar. Tu santa relación, la fuente de tu salvación, queda desprovista de todo significado, y su más santo propósito desposeído de los medios para su consecución.

7. Los juicios no son sino juguetes, caprichos, instrumentos insensatos para jugar al juego fútil de la muerte en tu imaginación. La visión, en cambio, enmienda todas las cosas y las pone dulcemente bajo el tierno dominio de las leyes del Cielo. ¿Que pasaría si reconocieses que este mundo es tan sólo una alucinación? ¿O si realmente entendieses que fuiste tú quien lo inventó? ¿Y qué pasaría si te dieses cuenta de que los que parecen deambular por él, para pecar y morir, atacar, asesinar y destruirse a sí mismos son totalmente irreales? ¿Podrías tener fe en lo que ves si aceptases esto? ¿Y lo verías?

8. Las alucinaciones desaparecen cuando se reconocen como lo que son. Ésa es la cura y el remedio. No creas en ellas, y desaparecen. Lo único que necesitas reconocer es que todo ello es tu propia fabricación. Una vez que aceptas este simple hecho y recuperas el poder que les habías otorgado, te liberas de ellas. Pero de esto no hay duda: las alucinaciones tienen un propósito, y cuando dejan de tenerlo, desaparecen. La pregunta, por lo tanto, no es nunca si las deseas o no, sino si deseas el propósito que apoyan. Este mundo parece tener muchos propósitos, todos ellos diferentes entre sí y con diferentes valores. Sin embargo, son todos el mismo. Una vez más, no hay grados, sino sólo una aparente jerarquía de valores.

9. Sólo dos propósitos son posibles: el pecado y la santidad. No existe nada entremedias, y el que elijas determinará lo que veas. Pues lo que ves simplemente demuestra cómo has elegido alcanzar tu objetivo. Las alucinaciones sirven para alcanzar el objetivo de la locura. Son el medio a través del cual el mundo externo, proyectado desde adentro, se ajusta al pecado y parece dar fe de su realidad. Aun sigue siendo cierto, no obstante, que no hay nada afuera. Sin embargo, es sobre esta nada donde se lanzan todas las proyecciones. Pues es la proyección la que le confiere a la "nada" todo el significado que parece tener.

10. Lo que carece de significado no puede ser percibido. Y el significado siempre busca dentro de sí para encontrar significado, y luego mira hacia afuera. Todo el significado que tú le confieres al mundo externo tiene que reflejar, por lo tanto, lo que viste dentro de ti, o mejor dicho, si es que realmente viste o simplemente emitiste un juicio en contra de lo que viste. La visión es el medio a través del cual el Espíritu Santo transforma tus pesadillas en sueños felices y reemplaza tus dementes alucinaciones - que te muestran las terribles consecuencias de pecados imaginarios - por plácidos y reconfortantes paisajes. Estos plácidos paisajes y sonidos se ven con agrado y se oyen con alegría. Son Sus substitutos para todos los aterradores panoramas y pavorosos sonidos que el propósito del ego le trajo a tu horrorizada conciencia. Ellos te alejan del pecado y te recuerdan que no es la realidad lo que te asusta, y que los errores que cometiste se pueden corregir.

11. Cuando hayas contemplado lo que parecía infundir terror y lo hayas visto transformarse en paisajes de paz y hermosura; cuando hayas presenciado escenas de violencia y de muerte y las hayas visto convertirse en serenos panoramas de jardines bajo cielos despejados, con aguas diáfanas, portadoras de vida, que corren felizmente por ellos en arroyuelos danzantes que nunca se secan, ¿qué necesidad habrá de persuadirte para que aceptes el don de la visión? Y una vez que la visión se haya alcanzado, ¿quién podría rehusar lo que necesariamente ha de venir después? piensa sólo en esto por un instante: puedes contemplar la santidad que Dios le dio a Su Hijo. Y nunca jamás tendrás que pensar que hay algo más que puedas ver.









Texto de Un Curso de Milagros